Fotoperiodismo y ética

En el mundo del fotoperiodismo son varios los agentes que actúan hasta que una imagen llega al espectador. Por un lado encontramos al fotoperiodista y por el otro las organizaciones empresariales que controlan los medios de comunicación. No es nueva la tesis de que consumimos preferiblemente aquello que promueve nuestros ideales, leemos Público y vemos LaSexta si simpatizamos con los “podemitas” y vemos Intereconomía o leemos el ABC si somos personas de “sentido común”. Es decir, nuestro consumo de información no está en absoluto exento de ideología, y los que se dedican a suministrarla aún menos. A esta ecuación hay que añadir la ideología del fotoperiodista, pues no es un ente abstracto que se dedica a capturar pedazos completos de realidad, si no pequeños fragmentos seleccionados de la realidad, y, como nos decía Susan Sontag en su ensayo Sobre la fotografía, es fuertemente dependiente del contexto, pues una misma imagen puede ser utilizada con multitud de intenciones diferentes e incluso contradictorias. Por lo tanto una imagen no tiene un significado fijado sino que es dependiente de multitud de factores exteriores a ella.
Uno de los impactos positivos que ha traído esta era de la información y de Internet, es la aparición de nuevos medios más independientes y que tratan de ofrecer la información de una forma diferente, más ajustada a los tiempos que corren. Algunos ejemplos que nos menciona la web la Xataka de este tipo de información son  Periodismo Humano, Calamar2 y en The Objective, donde sobran las palabras y se deja que las imágenes de actualidad sean las absolutas protagonistas.
Aceptando que existe una ventana ética donde publicar el trabajo fotoperiodístico debemos preguntarnos si existen límites a la hora de mostrar un suceso y si es conveniente o no la “espectacularización” del mismo.
En la lógica de consumo en la que nos movemos no sería descabellado afirmar que nos dirigimos hacia la “espectacularización” de toda la fotografía, y en concreto, por qué no, de las imágenes de guerra, catástrofes, éxodos humanitarios, etc. Es evidente que una imagen bien compuesta y con épica siempre llamará más la atención que una imagen más plana. Vivimos en un mundo dominado por la imagen y la apariencia, unas imágenes espectaculares de un atentado siempre captarán más espectadores o lectores que un simple texto o un presentador hablando a cámara. ¿Qué lugar queda para la ética entonces? Leía hace poco en un libro* “De todos los sistemas económicos y sociales el capitalismo es, sin duda, el más natural. Eso ya basta para indicar que es el peor” por lo tanto lo que queda es la intervención desde organismos externos al mercado que pongan juicio moral a todo este espectáculo que sin él no encontraría límites


Libro: Ampliación del campo de batalla, Michelle Houlllebecq, 1994





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1 comentarios:

  1. Buena reflexión Javier,

    Sólo un apunte y es ortográfico: el "si no" del primer párrafo se escribe junto "sino pequeños fragmentos...".

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Graduado en Comunicación Audiovisual, cámara, fotógrafo, montador, postproductor, diseñador, guionista y todo lo que me quiera inventar en el momento

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